La fábula de Ulpiano, el hijo de Pepe
Publicada el 26/05/2023 a las 23:55 en la sección de Esta Web
Para finalizar la campaña electoral y para que tengáis algo que leer durante la jornada de reflexión, nos hemos decantado por publicar una fábula, un genero literario ficticio del que generalmente se puede sacar una moraleja, moraleja que se desvela al final. Esperamos que os guste.
Había una vez un pueblo en el que Pepe tenía un negocio, una tienda de ultramarinos. Su hijo Ulpiano quería hacerse con el negocio de su padre, que ya estaba mayor y el era el momento del relevo generacional, y el primo-hermano de Pepe, Pedro, ayudo a Ulpiano a que esto sucediera.
Pepe había tenido mucha suerte en su negocio, además, había arrendando unos terrenos que le habían dado unos suculentos beneficios, de los que gasto mucho poniendo el negocio bonito e instalando una zona de esparcimiento, sin mirar que debería haber cambiado algunas instalaciones, pero cuando su hijo Ulpiano cogió las riendas del negocio aún quedaban 800.000 pesetas en el banco.
Al principio, a Ulpiano le ayudo en el negocio su tío Pedro, pero tras unos meses haciendo que trabajaban juntos, se enfadaron y Ulpiano se quedo solo al frente el negocio. Pero no podía tocar los ahorros, que estaban en usufructo de su padre Pepe.
El negocio funcionaba y los ahorros iban produciendo unos pocos de intereses, pero Ulpiano pidió a su padre Pepe y a su tío Pedro, que le dejaran utilizar algo de los ahorros para hacer arreglos necesarios en las instalaciones del negocio, ellos accedieron y con unas 200.000 pesetas arregló las instalaciones, que falta tenían, y ya de paso, le puso un cartel luminoso, hizo una página web para vender on-line, y puso banderas, muchas banderas.
Ulpiano le decía a todo el mundo que no había gastado todo el dinero que le dejó su padre, y es que al octavo año en el banco tenía 600.000 pesetas de las 800.000 que le había dejado su padre Pepe, que tristemente había fallecido durante la pandemia mal llamada «gripe española», por lo que el usufructo ya no estaba en vigor y disponía de todo el dinero.
Lo que Ulpiano no decía era que tenía ya comprometidas unas 300.000 pesetas para nuevos arreglos necesarios en la tienda entre unas cosas y otras, y algo más de 200.000 pesetas porque había decidido meterse en un negocio de hostelería cuyas obras acababan de comenzar, con retraso y con muchos problemas porque el local estaba al lado de un reguero, pero que tendría que abonar en breve.
En total que en el plazo de unos meses le quedarían en la cuenta unas 100.000 pesetas de las le había dejado su padre Pepe, aunque en la cuenta aún tenía las 600.000 pesetas.
Pero además tenía en mente agrandar el negocio, había comprado ya el local anexo al suyo pero no le daban licencia de obras, obras que le costarían algo más de las 100.000 pesetas que le quedaban en el banco.
En el bar del pueblo, los amigos de Ulpiano le decían a todo el mundo que era verdad, que tenía 600.000 pesetas en el banco, que Ulpiano les había enseñado el extracto bancario. Y los otros les contestaban, que si, que las perras, tenerlas las tenía, pero que las iba a dejar de tener cuando pagara todo lo que estaba empezando a deber.
Moraleja: no creas todo lo que te cuentan, ni siquiera te creas la fábula que acabas de leer, porque no es más que una fábula, un breve relato ficticio, aunque podría estar más cerca de la realidad de lo que algunos podrían llegar a pensar.
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